lunes, 15 de enero de 2018

FRÍO

 Mi helor

Escucho a mi opresor. Profiere amenazas vulgares, palabras banales de doble sentido que a él lo hinchan de suficiencia. A mí me hielan las entrañas.

Paro el coche en el cruce. No lo entiendo. Mi jefe insiste. Explica lo que quiere de mí como si no fuera en contra de la ley, de mis principios básicos, de mi interés, mi salud.

El semáforo cambia a verde. Arranco. Rasco la marcha que estremece. Y él, sentado de copiloto, se ríe vencedor. 

Yo me aferro al volante. Rezo para llegar a destino. Que se vaya; que arrastre consigo la suciedad de su presencia; que yo soy buena; que esto no está pasándome; que no puede ser real...

Y en la siguiente roja él se baja, seguro de mi obediencia. Su espeluznante promesa me arrincona; sabe que no lo voy a denunciar.

En la larga noche que me espera, mi casa asaltará. Recaudará su crimen como si de una baratija tronchada se tratara. Y yo, en shock, lo que anhelo es ser un témpano de hielo, puro, transparente en una antártica sin mácula, donde la influencia del hombre malo se congela sin salpicar.

De camino al hogar es mi cuerpo el que tirita de miedo. No yo. Yo soy el frío; impoluto, intocable en su solitaria dureza. 

Aparco. Sentada en el coche reacciono al fin. ¡Me niego a ser victimizada! Salgo y afronto el portal de mi finca. Giro la llave, me cuadro. Entro.

Dentro de unas horas sentiré pavor. Me convenzo de que no importa. Tengo la ira para abrigarme. Sé planificar el contraataque. Yo soy el frío. Yo cocinaré la venganza, y no, no fabulo un ápice. Batallaré más allá de mi defensa.

Subo en el ascensor.

M. José




Silvia y Víctor (I)

Silvia y Víctor (II)






Marta






Helena






Jaio







Paloma